Un microbio que parece de otro mundo
Un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Pennsylvania acaba de descubrir un minúsculo microorganismo que permaneció congelado por 120,000 años bajó el hielo en Groenlandia. Este hallazgo servirá para estudiar la vida en otros planetas.
Un grupo de científicos de la Universidad Estatal de Pennsylvania acaba de descubrir un minúsculo microbio que permaneció congelado, a 56ºC bajo cero, durante 120,000 años bajo tres kilómetros de hielo en Groenlandia.
La nueva bacteria, que ha sido llamada Herminiimonas glaciei, puede sobrevivir a temperaturas extremas, escasos nutrientes, altas presiones y un espacio limitado por lo que será utilizada para estudiar la vida en otros planetas, según informó la revista International Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology .
Los científicos le devolvieron la vida al microbio primero incubando sus muestras a 2 grados durante siete meses y luego a 5 grados por cuatro meses y medio más, después de los cuales aparecieron colonias de bacterias violáceas.
“H. glaciei” es pequeña, incluso entre los microorganismos, porque mide entre 10 y 50 veces menos que E.coli, una bacteria presente en el intestino animal. Se presume que su tamaño la ayudó a sobrevivir en las venas líquidas presentes entre los cristales de hielo y la fina película líquida de la superficie.
Los científicos consideran que por su resistencia pueda existir microorganismos similares en otros planetas, debido a que el estudio de microbios que viven en condiciones extremas en la tierra, llamados extremófilos, pueden dar pistas sobre qué formas de vida son más probables en el sistema solar.
“Temperaturas tan bajas permiten preservar las células y los ácidos nucleicos durante millones de años. Esta es la única microbacteria que procede del hielo de Groenlandia. Estudiar a estas bacterias puede aportar nuevas claves sobre cómo sobreviven e incluso crecen las células bajo condiciones extremadamente duras, como temperaturas de -56ºC, poco oxígeno, escasos nutrientes, altas presiones y un espacio limitado”, finalizó la científica Jennifer Loveland-Curtze.
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