¿Por qué da tanto placer rascarse?
Jay Traver comenzó a sentir la picazón cerca de su 40 cumpleaños y continuó rascándose hasta su muerte, unos 40 años más tarde.
La zoóloga estaba convencida de que ella y otras dos mujeres de su familia eran huéspedes de un parásito de la piel, un ácaro llamado Dermatophagoides scheremetewskyi.
Después de 17 años intentando deshacerse de los ácaros, la científica llegó a publicar un artículo sobre su caso en las actas de la Sociedad Entomológica de Washington, EE.UU, en un intento, supuestamente, de encontrar a alguien que la pudiera ayudar.
Visitó a médicos, dermatólogos, neurólogos y a otros especialistas para tratar de solucionar el problema.
Utilizó peligrosos pesticidas en altas cantidades, una y otra vez, poniendo en riesgo su salud, para intentar acabar con los insectos.
Con sus uñas, desincrustaba los parásitos de su piel, mutilando su cuerpo en el proceso.
Algunas de las muestras que tomó de su piel y de su cuero cabelludo fueron enviadas a los entomólogos.
Un avispado doctor la invitó a hacerse una evaluación psicológica, pero ella logró convencer al psicólogo de que no necesitaba sus servicios.
"Hasta la fecha, ningún tratamiento ha sido capaz de lograr la erradicación completa de los ácaros", escribió la científica.
Pero ahora sabemos que Traver no tenía una misteriosa colonia de ácaros viviendo en su piel -y en la de sus familiares- durante 40 años.
Padecía un trastorno psiquiátrico llamado parasitosis ilusoria, una condición que hace que los pacientes traten de encontrar evidencia física de las sensaciones que perciben, a menudo fruto de su propio delirio.
Rascarse es una forma relativamente pequeña de dolor, pero ese escaso dolor que experimentamos cuando clavamos nuestras uñas en la piel parece aliviarnos"
Este tipo de enfermedades representan menos del 2,5% de los caosos que atienden dermatólogos. Sin embargo, los picos, a nivel más general, los sienten todas las personas en el mundo.
Nadie sabe exactamente por qué.
Dolor y picazón
A primera vista, la picazón y el dolor parecen estar relacionados
La definición sigue siendo aceptada por la mayoría de los médicos e investigadores hoy en día, pero fue propuesta hace unos 350 años por un físico alemán llamado Samuel Hafenreffer, quien dijo que la picazón es "cualquier sensación desagradable que produce el deseo o reflejo de rascarse".
Si te rascas, entonces la sensación que provocó esa acción es, por definición, una picazón.
Esta definición puede ser fiable, pero, probablemente, no es del todo útil.
A primera vista, la comezón y el dolor parecen estar relacionados.
La piel está repleta de una serie de terminaciones nerviosas, llamadas nociceptores, cuyo trabajo consiste en transmitir información sobre la presencia de estímulos potencialmente perjudiciales para la espina dorsal y el cerebro.
Un pequeño ataque a esas neuronas da como resultado una picazón, mientras que un ataque más intenso se traduce en dolor.
Al menos, según la "teoría de la intensidad".
Pero hay una alternativa, la "teoría de la especificidad", que sostiene que algunas neuronas son responsables del dolor, pero un grupo diferente se encarga de la picazón, formalmente conocida como "prurito".
O puede ser también que exista un único conjunto de neuronas responsable de la nocicepción, pero que puedan, de alguna forma, conocer la diferencia entre el estímulo de la picazón y el del dolor.
Rascarse obsesivamente
La picazón puede producirse por muchos motivos diferentes.
En primer lugar, la comezón aguda -que conocemos la mayoría de nosotros- puede surgir por algo tan simple como la picadura de un mosquito.
También existe otra picazón más crónica, un tipo de escozor patológico que podría estar asociado a la piel seca, eczema, psoriasis y a otras enfermedades de la piel.
Los tumores cerebrales, la esclerosis múltiple, la hepatopatía crónica, el linfoma, el sida y el hipertiroidismo también se asocian con la picazón crónica.
Existen, por lo tanto, factores psicológicos y cognitivos.
Una necesidad obsesiva de rascarse puede ser una manifestación de un trastorno obsesivo compulsivo.
En otros casos, rascarse de manera persistente puede dañar la piel y sólo sirve para incrementar el problema.
Y el hecho de que la sensación de picazón pueda reducirse aplicando estímulos dolorosos convierte el fenómeno en algo todavía más curioso.
Rascarse es una forma relativamente pequeña de dolor, pero ese escaso dolor que experimentamos cuando clavamos nuestras uñas en la piel parece aliviarnos, así como la aplicación de frío o calor (capsaicina, el químico activo de los pimientos picantes), o incluso de descargas eléctricas.
Esto significa, paradójicamente, que los analgésicos que se supone que sirven para reducir el dolor pueden, de hecho, aumentar la sensación de picazón.
Y, a pesar de la confusión entre dolor y picazón, hay una clara diferencia entre ambos.
Cuando algo nos duele, nuestro cuerpo responde con su reflejo de retirada. Coloca tu mano cerca de la llama de una vela y experimentarás el abrumador deseo de retirarla.
Pero el reflejo de rascarse nos atrae hacia la picazón de la piel afectada, en lugar de alejarnos de ella.
El origen evolutivo del reflejo de rascarse
Esto tiene, de hecho, bastante sentido, y pone de manifiesto un posible origen evolutivo del reflejo de rascarse: un rápido rasguño es más efectivo para eliminar un insecto incrustado que lo que lograría el reflejo de retirada.
El reflejo de rascarse nos atrae hacia la picazón de la piel afectada, en lugar de alejarnos de ella"
Rascarse es una buena manera de eliminar, no sólo los insectos y parásitos, sino los pedazos de plantas y de otros materiales que se adhieren a nuestra piel y a nuestro pelo.
Cuando algo molesta nuestra piel -como la picadura de un mosquito- las células liberan una sustancia química (normalmente, histamina) y eso hace que los nociceptores de la piel envíen un mensaje a la espina dorsal, la cual lo transmite a través de un conjunto de nervios, llamado tracto espinotalámico, hasta el cerebro.
En 2009, un grupo de investigadores utilizó inyecciones de histamina para provocar picazón en las piernas de primates, mientras un electrodo monitoreaba lo que ocurría dentro de sus tractos espinotalámicos.
Tan pronto como inyectaban la histamina, esas neuronas comenzaban a dispararse rápidamente. Y cuando los investigadores rascaron la zona, las neuronas desaceleraban su actividad.
Según los electrodos, rascarse afectaba a la médula espinal, en lugar del cerebro (de hecho, no existe un centro de picazón en el cerebro).
Pero cuando rascaban antes de la inyección, esta acción no proporcionaba ningún alivio.
De alguna manera, la médula espinal sabe cuando el rascado es útil y cuando no lo es.
Contagiosa
¿Ya sientes picazón? Si es así es porque, al igual que los bostezos, la comezón puede ser contagiosa.
Los médicos dicen que comienzan a sentir picazón tras tatar a pacientes con sarna.
Unos investigadores dieron una conferencia sobre la picazón tan sólo para probar cómo su audiencia sentía el picor.
Y funcionó. Las cámaras ocultas revelaron que la audiencia pasó mucho más tiempo rascándose durante esa conferencia que durante una charla sobre un tema más inocuo.
La picazón contagiosa también se ha observado en monos, haciendo alusión a la tentadora posibilidad de que pueda existir una ventaja evolutiva en el hecho de que nos rasquemos cuando vemos a otros rascarse.
Pero rascarse no es considerado como algo doloroso y, de hecho, puede ser bastante placentero.
En 1948, un documento de la Revista de Dermatología Investigativa, del neurofisiólogo de la Escuela de Medicina de Washington, George Bishop, lo advirtió.
"Rascarse una picazón con una violencia que podría causar dolor en otro lugar, puede ser experimentado como uno de los placeres más exquisitos", escribió.
Y mientras esto hace pensar en el hecho de rascarse como algo bastante agradable, también puede conducir a serios problemas para aquellas personas con enfermedades crónicas relacionadas con la comezón.
Unos pacientes con eczema dijeron que no sólo se rascan hasta que desaparece el escozor, sino hasta que ni siquiera les resulta agradable seguir rascándose.
"La felicidad -dijo Ogden Nash- es rascarse cada vez que sentimos picazón".
El poeta estadounidense estaba, probablemente, más acertado de lo que pensaba.
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