¿Cuál es el pecado más grande en una cancha de fútbol?
Pelear no está bien, morder es irracional y el codo es demasiado peligroso. Un cabezazo es de cobardes, los árbitros son intocables y un escupitajo es visualmente desagradable.
Históricamente en el fútbol han trascendido frases como "en el campo todo está permitido", "lo que pasa en una cancha se queda en una cancha" y "el fútbol es para hombres", en referencia a que se trata de un deporte de contacto.
Pero el deporte más popular del planeta tiene códigos de comportamiento que están estipulados en un reglamento, que frecuentemente los jugadores se suelen saltar por la adrenalina el momento y el deseo por ganar.
Pero ¿cuál es el límite permitido? ¿Hasta qué punto puede llegar un jugador antes de ser señalado? El exfutbolista profesional y comentarista de la BBC, Steve Claridge, nos ayuda a buscar cuál es el mayor pecado del fútbol.
Escupir
La imagen de los futbolistas escupiendo no es algo nuevo en el fútbol. Lo hacen repetidas veces durante el partido, pero el destino suele ser el propio campo de juego.
Sin embargo, hay ocasiones en que la agresión entre futbolistas se hace por intermedios de escupitajos, como el que ocurrió esta semana entre Jonny Evans, del Manchester United, y Papiss Cissé, del Newcastle.
Una imagen famosa fue la del holandés Frank Rijkaard escupiendo dos veces al alemán Rudi Voeller en la Copa del Mundo de 1990.
"Fue y es la regla no escrita que es algo que no se hace", dijo Claridge. "No te rebajas a ese nivel. No sólo en el fútbol, incluso en la vida, simplemente no se hace".
"No es el comportamiento que queremos ver, pero en comparación con un daño físico, es algo con lo que los jugadores pueden lidiar".
Peleas
El término "pelear" es algo que se utiliza mucho en el fútbol, pero metafóricamente. Es muy extraño ver a jugadores enfrascados en un intercambio de golpes como si estuvieran sobre un cuadrilátero.
Entre los casos que han ocurrido están el duelo entre Francis Lee y Norman Hunter en el fútbol inglés en 1975 y la vez que Hristo Stoichkov fue suspendido de por vida por su agresión en la final de la copa búlgara en 1985.
"La pelea es la consecuencia de algo. No es algo para tener muy cuenta ya que forma parte de un juego que es físico", consideró Claridge.
"Estas cosas pasan y una vez que pasa, ya está".
Codazos
Es difícil olvidar la imagen de Luis Enrique, actual entrenador del Barcelona, sangrando desconsoladamente durante el duelo de octavos de final entre Italia y España en el Mundial de 1994.
El español fue víctima de un codazo del defensor Mauro Tassotti, que supuso una suspensión de ocho partidos al jugador italiano.
"Tu puedes ver cuando se lanza un codazo o cuando alguien va legalmente a buscar un balón con la cabeza", explicó el exfutbolista, que pasó por 22 clubs en su carrera.
"Puede causar un daño grave, extremadamente grave. Si lo hacías hace 20 años no hay dudas de que habría represalias. La otra persona iría a por tí".
Empujar al árbitro
La agresión del italiano Paolo di Canio al colegiado Paul Alcock durante el partido entre Sheffield Wednesday y Arsenal en 1998 dejó conmocionado a todo el fútbol inglés, que nunca había presencia un hecho similar.
Di Canio fue castigado con 11 partidos y tanto aficionados, medios de comunicación y jugadores quedaron horrorizados por su "falta de respeto" al árbitro.
"No lo hirió y fue más un insulto a las autoridades", recordó Claridge, pero no por eso dejó de ser importante.
"Es un problema para las categorías inferiores, una maldición del fútbol base, de formación. Pero al máximo nivel sabes el castigo y no suele pasar".
"Igual es difícil mantener un equilibrio, porque si no te encimas al árbitro y peleas por tu equipo te acusan de no tener pasión, pero si lo haces te consideran un matón. Como jugador sabes cuándo te pasaste de la raya".
Hacer trampa
En Inglaterra todavía sigue carcomiendo el primer gol del argentino Diego Armando Maradona en el Mundial de México en 1986.
No se olvidará jamás. Su carrera, su salto, su mano, su celebración. Es la mayor trampa que jamás han visto en una cancha, multiplicada por la maravilla del segundo gol del capitán argentino y la eliminación de Inglaterra.
"Te queda dentro del cuerpo. Te hicieron trampa. Te dan ganas de vengarte de esa persona que te engañó, pero la verdad es que no te hizo ningún daño físico. Pero a nivel emocional es algo malo. Sólo esperas que esa persona sea castigada como se merece".
Expresiones racistas
Luis Suárez fue castigado con ocho partidos por lo que el calificó una mala interpretación lingüística tras hacer referencia al color de la piel del francés Patrice Evra.
El castigo para John Terry fue menor, por lo que para evitar que haya lugar a interpretaciones, la UEFA estableció un mínimo de 10 partidos a cualquier jugador que sea culpable de racismo en una cancha.
"Considero, que más allá que sea horrible emocionalmente, los jugadores han sido abusados verbalmente durante años por jugar fútbol y desarrollan una coraza muy resistente. Creo que los jugadores se preocupan más de una lesión física que algo verbal. Igual se sabe que es algo que no es algo que tú haces".
Claridge resalta que la percepción general en el fútbol es que el racismo es algo entre blancos y negros, "pero no es así, ya que hay muchas comunidades".
"Honestamente no he visto mucho racismo en el fútbol, no dentro de la cancha".
Pretender una lesión
La secuencia es lanzarse al suelo, gritar, dar vueltas y exagerar. Las mínimas diferencias pueden determinar el desenlace de un juego y eso lo saben los futbolistas.
Rivaldo hizo expulsar a un rival durante el Mundial de 2002 al engañar al árbitro, haciéndole creer que había sido golpeado en la cara cuando todo el mundo vio que el balón le pegó en una pierna.
Según el vicepresidente de la FIFA, Jim Boyce, estas actuaciones son un "cáncer para el juego".
Cabezazos
El mundo del fútbol se frotó los ojos cuando presenció a la leyenda francesa del balón, Zinedine Zidane, clavar su cabeza en el pecho del italiano marco Materazzi en la final del Mundial 2006. Fue el fin de la carrera de Zidane, una imagen que quedó inmortalizada en una estatua de bronce en Qatar.
Pero Zidane no es el único que ha reaccionado de esa manera sobre una cancha de fútbol.
"Si alguien me da un cabezazo es motivo de pelea. Es un acto cobarde. Si quieres pelear contra alguien, simplemente peleas", dijo Claridge, aunque aclaró que es muy distinto una agresión con la cabeza a simplemente encimar, como ocurrió con el portugués Pepe en el Mundial de Brasil.
"Los jugadores son lo suficientemente fuertes para soportar el aspecto mental de que alguien está tratando de provocar una reacción".
Kung-fú
Eric Cantona marcó una era en Manchester United, pero la imagen que la mayoría de los aficionados recuerdan fue su patada a un aficionado del Cristal Palace al que calificó de hooligan.
El holandés Nigel de Jong recuperó el arte marcial del francés en la final del Mundial de Sudáfrica cuando conectó con el pecho del español Xabi Alonso.
De Jong sólo recibió tarjeta amarilla, Cantona fue suspendido por ocho meses.
La diferencia es que en la cancha pudo argumentar que fue a buscar el balón.
"La línea es un poco confusa y todo depende de eso ¿fue el jugador honesto y fue por la pelota? Pero no cabe duda que son entradas temerarias", considera Claridge.
Morder
Es difícil de pensar que a la velocidad del fútbol moderno alguien tenga tiempo de morder en un partido.
Pero después de ver al uruguayo Luis Suárez hacerlo en tres ocasiones, incluso durante un partido de un Mundial, no cabe duda de que es algo posible.
Suárez fue castigado con cuatro meses de cualquier actividad relacionada con el fútbol y nueve partidos con su selección.
"No es el acto en sí mismo, es lo que representa", expresó Orin Starn, profesor de cultura, antropología e historia de la universidad de Durham, en Estados Unidos.
"Viola los límites del cuerpo, lo que en la cultura occidental es un tabú", aseguró. "Una mala entrada puede romper la pierna e un jugador, pero no hay violación del cuerpo por lo que puede ser más aceptable que un mordisco".
Pero es algo que los propios futbolistas no están de acuerdo ya que consideran que si bien un mordisco es algo que tiene que ser castigado, no es el fin del mundo.
"Él es un ganador, sólo que ocasionalmente sobrepasa la línea entre el bien y mal", entendió Claridge.
Romper piernas
Las temerarias faltas en las que los jugadores entran con los pies por delante y lanzándose en el aire están prohibidas en el fútbol y se suelen castigar con tarjeta roja.
De poco parece importar si es intencional o no, ya que las consecuencias pueden ser devastadoras para el jugador que puede ver el final de su carrera como futbolista en un segundo.
"Este es el número uno", afirmó Claridge. "El resto, con el debido respecto, no son nada en comparación. Tal vez dejes de jugar si tienes miedo de lo que la gente pueda decir de ti en una cancha de fútbol, pero si hablas de alguien que intencionalmente trata de lesionar de gravedad a otro jugador, eso es lo peor".
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