¿Cómo ser James Bond sin morir en el intento?
A 50 años del estreno de “El satánico Dr. No”, el agente 007 sigue vigente. Pronto tendremos en el cine una entrega más de sus aventuras
elcomercio.pe, 4 de Octubre del 2012
Roger Moore junto a Maud Adams y Britt Ekland.(Foto: AP)
ÁNGEL HUGO PILARES (@angelhugo)
Redacción online
James Bond ha sobrevivido a cincuenta años de aventuras. El agente 007 es un ícono de la cultura popular y este texto le rinde homenaje como una forma de acercarnos a lo que ha contribuido con una franquicia exitosa. Estos son los rasgos más distintivos de la personalidad de un tipo que ha sabido mantenerse vigente pese a los cambios que hubo en el mundo. ¿Qué necesita un buen James Bond?
1. Saber beber. James Bond no solo es un enólogo experto. Antes de que Daniel Craig arruinara la cultura etílica del agente 007 pidiendo una Heineken en “Skyfall” (2011), la última entrega del espía más querido de todos, este se acercaba al bar de un elegante casino y pedía: “Un martini, seco, con corteza de limón, sacudido, no agitado”.
2. Saber vestir de pingüino. El impecable smoking negro de James Bond es una marca de fábrica. Desde que Ian Fleming (el escritor que le dio vida al espía) lo retrató por primera vez, todos lo imaginamos en el libro “Casino Royale” fumando un puro y apostando decenas de fichas enfundado en un tuxedo. Y si está de descanso, una chaqueta azul o un cuello de tortuga de casimir. ¿Los zapatos? De las prestigiosas casas Churchs y John Lobb. ¿El reloj? Obvio, un Rolex. Elegancia completa.
3. Tener estilo. Ni siquiera el pobre Lazenby ha dejado de ser un tipo con actitud. Imposible que alguno de los Bond se acerque a la parodia. Jamás el agente 007 va a ser como el Superagente 86, y su frase “Mi nombre es Bond, James Bond” es casi una marca registrada. Aunque el genio productor de las primeras películas haya tenido un apellido con un toque divertido, Albert “Cubby” Broccoli supo elegir a actores que encarnaban perfectamente el toque de dureza y sarcasmo necesarios. Ian Fleming, el novelista que llevó al papel las aventuras del espía británico, declaró alguna vez que este es hijo de un caballero escocés. Eso explica muchas cosas.
4. Ser un ícono. Para que James Bond haya sido lo que es hoy, han pasado 23 películas oficiales (si contamos “Skyfall”) y tres no oficiales (en una de las cuales, “Nunca digas nunca jamás”, Sean Connery vuelve al papel que le dio fama). El agente secreto se ha convertido en un ícono de la cultura popular que ha trascendido la ficción en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, cuando Daniel Craig participó de la puesta en escena junto a la reina de Inglaterra. Todo porque se trata, según la revista Entertainment Weekly, del mejor héroe de ficción de todos los tiempos.
5. Saber actualizarse. En sus primeras apariciones, el hoy cincuentón James Bond era casi un superhéroe: todos sus disparos iban al blanco, no se despeinaba en medio de una pelea y tampoco sangraba. Pierce Brosnan le dio ese aire humano que necesitaba en estos tiempos y, tras la caída de la cortina de hierro, aprendió a encontrar enemigos no entre espías comunistas, sino entre terroristas y dueños de corporaciones.
6. No enamorarse. Son 87 las chicas Bond (solo en las películas). Cada cual más bella que la anterior. Desde Ursula Andress saliendo del mar en bikini hasta Bérénice Marlohe empuñando una pistola automática, todas pueden deslumbrar al agente. Y de paso, a los afiebrados espectadores. Solo una lo pudo cazar y fue Diana Rigg, encarnando a la guapa Teresa di Vicenzo, quien lo llevó al altar en “Al servicio de su majestad” (1969). Con tal mala fortuna que terminó siendo asesinada por los enemigos del mejor espía del MI-6.
7. Tener los gadgets. O al menos, quien nos provea de ellos. El buen “Q” proveía a James Bond de los más inverosímiles objetos cotidianos modificados para un espía. Solo basta nombrar sus mil tipos de relojes: un reloj magnético, un reloj-sierra, un reloj-bomba, un reloj-láser y hasta un ridículo reloj que recibía mensajes impresos. A eso hay que sumarle un maletín que oculta cuchillos y bombas de humo, una férula de pierna que lanza misiles, un anillo que emite una frecuencia de ultrasonido y un jetpack para huir volando. ¿Para qué más?
8. Tener los autos. Han sido 28 los autos que ha usado James Bond en sus películas y, de ellos, el más proletario debe haber sido un Chevrolet o un Audi de gama alta. Todos fueron personalizados con grandes avances tecnológicos que incluyen cosas como una máscara para la placa, metralletas en los faros o un eyector en el asiento del copiloto por si este intenta asesinarte (o no deja de preguntar a qué hora llegan).
9. Seguir la fórmula del éxito. Roger Moore, el hombre que más veces se ha vestido con el traje del 007 (ha participado en siete películas) afirma que el éxito de la saga se basa en una constante que se repite una y otra vez: “Es como un cuento infantil: mientras uno no se aleje demasiado del original, el niño estará feliz”, dijo. “El público recibe lo que espera: chicas hermosas, acción, artilugios. Es una fórmula”.
10. Haber nacido en las islas británicas. Lo siento, pero es la verdad. Sean Connery es escocés; Roger Moore, inglés; Timothy Dalton, galés; Pierce Brosnan, irlandés, y Daniel Craig, inglés como el buen Moore. Adivinaron: el único agente 007 que apenas duró una película fue George Lazenby, un australiano que no dio la talla. Jane Jenkins, una de las encargadas del cásting para “Casino royale” (2006) escribió alguna vez: “Esta nueva búsqueda estaba abierta a cualquier angloparlante: las Islas Británicas, los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La única condición era que Bond fuera percibido como un británico anglosajón, un correcto acento británico”. Sí, acabó eligiendo a Craig.
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1. Saber beber. James Bond no solo es un enólogo experto. Antes de que Daniel Craig arruinara la cultura etílica del agente 007 pidiendo una Heineken en “Skyfall” (2011), la última entrega del espía más querido de todos, este se acercaba al bar de un elegante casino y pedía: “Un martini, seco, con corteza de limón, sacudido, no agitado”.
2. Saber vestir de pingüino. El impecable smoking negro de James Bond es una marca de fábrica. Desde que Ian Fleming (el escritor que le dio vida al espía) lo retrató por primera vez, todos lo imaginamos en el libro “Casino Royale” fumando un puro y apostando decenas de fichas enfundado en un tuxedo. Y si está de descanso, una chaqueta azul o un cuello de tortuga de casimir. ¿Los zapatos? De las prestigiosas casas Churchs y John Lobb. ¿El reloj? Obvio, un Rolex. Elegancia completa.
3. Tener estilo. Ni siquiera el pobre Lazenby ha dejado de ser un tipo con actitud. Imposible que alguno de los Bond se acerque a la parodia. Jamás el agente 007 va a ser como el Superagente 86, y su frase “Mi nombre es Bond, James Bond” es casi una marca registrada. Aunque el genio productor de las primeras películas haya tenido un apellido con un toque divertido, Albert “Cubby” Broccoli supo elegir a actores que encarnaban perfectamente el toque de dureza y sarcasmo necesarios. Ian Fleming, el novelista que llevó al papel las aventuras del espía británico, declaró alguna vez que este es hijo de un caballero escocés. Eso explica muchas cosas.
4. Ser un ícono. Para que James Bond haya sido lo que es hoy, han pasado 23 películas oficiales (si contamos “Skyfall”) y tres no oficiales (en una de las cuales, “Nunca digas nunca jamás”, Sean Connery vuelve al papel que le dio fama). El agente secreto se ha convertido en un ícono de la cultura popular que ha trascendido la ficción en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos, cuando Daniel Craig participó de la puesta en escena junto a la reina de Inglaterra. Todo porque se trata, según la revista Entertainment Weekly, del mejor héroe de ficción de todos los tiempos.
5. Saber actualizarse. En sus primeras apariciones, el hoy cincuentón James Bond era casi un superhéroe: todos sus disparos iban al blanco, no se despeinaba en medio de una pelea y tampoco sangraba. Pierce Brosnan le dio ese aire humano que necesitaba en estos tiempos y, tras la caída de la cortina de hierro, aprendió a encontrar enemigos no entre espías comunistas, sino entre terroristas y dueños de corporaciones.
6. No enamorarse. Son 87 las chicas Bond (solo en las películas). Cada cual más bella que la anterior. Desde Ursula Andress saliendo del mar en bikini hasta Bérénice Marlohe empuñando una pistola automática, todas pueden deslumbrar al agente. Y de paso, a los afiebrados espectadores. Solo una lo pudo cazar y fue Diana Rigg, encarnando a la guapa Teresa di Vicenzo, quien lo llevó al altar en “Al servicio de su majestad” (1969). Con tal mala fortuna que terminó siendo asesinada por los enemigos del mejor espía del MI-6.
7. Tener los gadgets. O al menos, quien nos provea de ellos. El buen “Q” proveía a James Bond de los más inverosímiles objetos cotidianos modificados para un espía. Solo basta nombrar sus mil tipos de relojes: un reloj magnético, un reloj-sierra, un reloj-bomba, un reloj-láser y hasta un ridículo reloj que recibía mensajes impresos. A eso hay que sumarle un maletín que oculta cuchillos y bombas de humo, una férula de pierna que lanza misiles, un anillo que emite una frecuencia de ultrasonido y un jetpack para huir volando. ¿Para qué más?
8. Tener los autos. Han sido 28 los autos que ha usado James Bond en sus películas y, de ellos, el más proletario debe haber sido un Chevrolet o un Audi de gama alta. Todos fueron personalizados con grandes avances tecnológicos que incluyen cosas como una máscara para la placa, metralletas en los faros o un eyector en el asiento del copiloto por si este intenta asesinarte (o no deja de preguntar a qué hora llegan).
9. Seguir la fórmula del éxito. Roger Moore, el hombre que más veces se ha vestido con el traje del 007 (ha participado en siete películas) afirma que el éxito de la saga se basa en una constante que se repite una y otra vez: “Es como un cuento infantil: mientras uno no se aleje demasiado del original, el niño estará feliz”, dijo. “El público recibe lo que espera: chicas hermosas, acción, artilugios. Es una fórmula”.
10. Haber nacido en las islas británicas. Lo siento, pero es la verdad. Sean Connery es escocés; Roger Moore, inglés; Timothy Dalton, galés; Pierce Brosnan, irlandés, y Daniel Craig, inglés como el buen Moore. Adivinaron: el único agente 007 que apenas duró una película fue George Lazenby, un australiano que no dio la talla. Jane Jenkins, una de las encargadas del cásting para “Casino royale” (2006) escribió alguna vez: “Esta nueva búsqueda estaba abierta a cualquier angloparlante: las Islas Británicas, los Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La única condición era que Bond fuera percibido como un británico anglosajón, un correcto acento británico”. Sí, acabó eligiendo a Craig.
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