Así lo ha afirmado este jueves el director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Liturgia de la CEE, el padre Joan María Canals, quien recomendó a los padres que "encaucen la celebración hacia lo bueno" y reivindicó la fiesta de Todos los Santos para que los niños descubran "el valor de la vida y no fomentar el terror y la muerte".
"Se disfrazan de brujas, vampiros, fantasmas, con máscaras de cadáveres, esqueletos, ... Los padres favorecen este tipo de fiesta y que jueguen con elementos de muerte, pero ellos mismos son los que, cuando muere un familiar, los apartan para que no vean al familiar muerto. En este caso la pedagogía se resiente por falta de lógica", añadió.
Los orígenes de Halloween se sitúa en los celtas y la fiesta fue exportada a EE UU por emigrantes sobre todo irlandeses en el siglo XIX. La historia se remonta a hace más de 2.500 años, cuando el año celta terminaba al final del verano, precisamente el día 31 de octubre de nuestro calendario.
El ganado era llevado de los prados a los establos para el invierno y, ese último día, se suponía que los espíritus podían salir de los cementerios y apoderarse de los cuerpos de los vivos para resucitar. Para evitarlo, los poblados celtas ensuciaban las casas y las "decoraban" con huesos, calaveras y demás cosas desagradables, de forma que los muertos pasaran de largo asustados. De ahí viene la tradición.
Sacrificios de niños
"No es una fiesta inocente porque es la noche del año nuevo para los brujos", afirma Canals. "Doreen Irving, bruja y posteriormente convertida al cristianismo, alertó a los padres sobre esta fiesta donde incluso los sacrificios de niños formaban parte del ritual festivo", agregó.
En cambio, la fiesta de Todos los Santos, según recordó, "celebra la santidad de Dios en los Santos". Al día siguiente (el 2 de noviembre), la Iglesia hace memoria de los Todos los fieles Difuntos desde la oración y el recuerdo de los seres queridos "para que el Señor en su bondad les conceda la felicidad eterna".
"Es una fiesta que estimula a la vida, y no a la muerte. La piedad cristiana recomienda la visita al cementerio para orar por ellos y por los familiares que experimentan el dolor de la separación humana", afirmó Canals.
AGENCIAS. 30.10.2008